Manuela Cañizares y Álvarez Nació en el 27 de agosto de 1769 en la ciudad de Quito, por entonces capital de la Real Audiencia homónima. Hija de Miguel Bermúdez Cañizares y de doña Isabel Álvarez y Cañizares. Tuvo tres hermanos: Mariano, José y María, a quienes mencionó en su testamento. A pesar de pertenecer a una familia distinguida por parte de su madre, la unión ilegítima de sus padres y el hecho de que su padre no se ocupara de ella, la obligó a vivir una vida independiente en la que la lucha por la supervivencia era su primera necesidad.
Se sabe que en 1797 vivía sola en una casa arrendada del barrio de la Cruz de Piedra. Cuando se mudó a la casa parroquial junto a la iglesia de El Sagrario, Manuela ya era una conocida saloniere, término francés para describir a damas ilustradas que organizaban tertulias para discutir sobre política, literatura, ciencia, artes y también los cotilleos del día. Es durante estas reuniones que entabla amistad con Manuel Rodríguez de Quiroga, por quien sentía una gran admiración y confianza (se dice que también amor), y que la llevó a apoyar la causa de la Independencia. Durante la noche del 9 de agosto de 1809, Manuela Cañizares se convirtió en la anfitriona de una reunión disfrazada como una de las tantas tertulias que acostumbraba organizar para la alta sociedad de la época, pero en la que se organizarían los eventos para la proclamación del grito libertario quiteño. Algunas semanas más tarde, cuando el conde Ruiz de Castilla recobró el poder y se produjo la represión militar, Manuela debió esconderse por algún tiempo en una hacienda del Valle de los Chillos, mientras en la ciudad se instauraba el proceso penal contra los sublevados y se pedía pena de muerte también para Cañizares. Cuando pudo volver a la ciudad se refugió en casa de unos amigos, Miguel Silva y Antonia Luna, quienes vivían en el barrio de San Roque.De su testamento, fechado el 27 de agosto de 1814, se conoce que sus últimos días los pasó víctima de las secuelas de un accidente, que era soltera, sin hijos y que se ganaba la vida haciendo encajes, prestando dinero a interés y alquilando ciertos trajes que se utilizaban para fiestas, y que aún mantenía la finca de Cotocollao en la que criaba ganado. Los historiadores resumen que murió meses después de hacer su testamento, el 15 de diciembre de 1814.